Les voy a contar una historia, que de repente
han escuchado. Es la historia de la creación. Se encuentra en el primer libro
de la Biblia, el Génesis, capítulos 1 y 2. Allí se narra la historia cuando Dios
creó al mundo. Cada día lo ocupó para crear algo que fue bueno. En seis
días Dios creó los cielos, la tierra, la luz, la oscuridad, las aguas, las
plantas y los animales en grandes variedades. El sexto día Dios creó también al
hombre, y a todo esto Dios dijo que “fue bueno”. Ahora, ¿saben ustedes qué fue
lo último que Dios creó? Si, ya lo saben, a la mujer… y después al séptimo día descansó… pues claro, después de culminar su obra maestra.
Pero, ¿por qué quiero resaltar este punto?
Sin ánimos de hacer este escrito, un discurso feminista, quiero dejar claro
que creo firmemente que Dios dejó una parte de sí mismo en cada una de las
cosas que creó. En el hombre depositó muchas características buenas tales como
firmeza, valentía, determinación, liderazgo, necesidad de proveer, de sentirse
necesitado, admirado, entre otras cosas. Ahora ¿qué hay de la mujer? ¿Qué quiso
dar Dios al mundo, a través de la mujer?
Le pregunté a un hombre ¿qué es lo
primero que piensas cuando ves a una mujer? y su respuesta fue: "Su belleza" Pregunté acerca de lo que dicen de las
mujeres venezolanas, y me respondieron "Son las más bellas del mundo" (modestia aparte...)
Entonces, generalmente una de los aspectos que
viene a la mente cuando piensas en “la mujer” es el tema de la “belleza” y
¿acaso esto no nos da una pista? Esto nos puede decir que Dios quiso dar al mundo
belleza a través de la mujer. Y allí entramos en una de las necesidades
intrínsecas del corazón de la mujer.
Imagínate esta escena: vas a una
fiesta en la que se van a encontrar con los amigos de la secundaria, donde
probablemente te encuentres a un ex. ¿Qué es lo primero que piensas? "¿Qué me
voy a poner?", "¿cómo me voy a maquillar?" ¿Por qué? Queremos vernos y sentirnos
bellas, queremos ser admiradas y sobre todo, queremos mostrarnos cautivantes, dejar una huella en cada persona con la que
hablemos y que puedan recordarnos después de esa noche con un “qué linda, la vi
muy cambiada (para mejor)”. Pero eso no lo es todo. Si conocen mujeres cautivantes van a encontrar que no todo
es la belleza exterior. Por ejemplo, la Madre Teresa de Calcuta, esa imagen de abuelita que te transmite dulzura, paz y cariño. Ese tipo de
belleza también forma parte de lo que Dios quiso entregar al mundo a través de
ti. ¿Lo reconoces? Si no, te invito a revisar qué coraza te hace evitar el tema
de la belleza, porque tú eres bella.
2) Ser
parte de una gran aventura:
Toda mujer en su corazón también
necesita tener un rol irremplazable en una gran aventura. ¿Alguna ha ido a la
Gran Sabana? Ya saben, la experiencia de navegar en curiara, o tal vez participar en deportes extremos, ¿acaso no es emocionante la
primera vez que cambias un caucho sola, por ti misma? O cuando eres la única
que sabes cómo resolver un problema y das de lo que hay en ti para dar con la
solución. Eso tiene que ver con esa necesidad de jugar un rol irremplazable y
demostrar que estamos en el lugar dispuestas a dejar una huella.
Miren la historia de María, la madre de Jesús, era tan sólo una adolescente cuando se le apareció el ángel Gabriel y le dijo “Quedarás encinta y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Él será un gran hombre, y lo llamarán Hijo del Altísimo. Dios el Señor le dará el trono de su padre David, y reinará sobre el pueblo de Jacob para siempre. Su reinado no tendrá fin.” Lucas 1:31.
Imagínense, una adolescente, que estaba apenas comprometida y que tras ese anuncio corría el riesgo por el contexto y la cultura en la que se encontraba de ser apartada y abandonada. ¿Saben qué respondió ella? “—Aquí tienes a la sierva del Señor —contestó María—. Que él haga conmigo como me has dicho.” Sencillamente, me cautiva la valentía se requiere para asumir ese rol y ser parte de una historia que nunca se dejaría de contar. ¿Qué me dice esto de Dios? Me dice que también somos mujeres valientes, con ímpetu y arrojo cuando se trata de algo que amamos y que nos importa encarecidamente. En este caso María amaba y temía a Dios. ¿Qué amas y proteges tú?
Miren la historia de María, la madre de Jesús, era tan sólo una adolescente cuando se le apareció el ángel Gabriel y le dijo “Quedarás encinta y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Él será un gran hombre, y lo llamarán Hijo del Altísimo. Dios el Señor le dará el trono de su padre David, y reinará sobre el pueblo de Jacob para siempre. Su reinado no tendrá fin.” Lucas 1:31.
Imagínense, una adolescente, que estaba apenas comprometida y que tras ese anuncio corría el riesgo por el contexto y la cultura en la que se encontraba de ser apartada y abandonada. ¿Saben qué respondió ella? “—Aquí tienes a la sierva del Señor —contestó María—. Que él haga conmigo como me has dicho.” Sencillamente, me cautiva la valentía se requiere para asumir ese rol y ser parte de una historia que nunca se dejaría de contar. ¿Qué me dice esto de Dios? Me dice que también somos mujeres valientes, con ímpetu y arrojo cuando se trata de algo que amamos y que nos importa encarecidamente. En este caso María amaba y temía a Dios. ¿Qué amas y proteges tú?
3) Un
romance para compartir
¿Se acuerdan del hombre valiente y esforzado
que les mencioné al principio? Bueno, toda mujer anhela ser conquistada por un
hombre así (aunque muchas no lo quieran reconocer), la historia de la princesa
rescatada en su castillo siempre ha formado parte de nuestras vidas. Que no
necesitamos un hombre para vivir y ser feliz, sí es cierto. Pero que no
anhelemos ser conquistadas; no. En nosotras está la necesidad de amar y ser
amadas. De proveer un cuidado especial sobre aquellos que nos importan y
recibir amor en forma de protección, afirmación e inspiración. ¿Qué me dice
esto de Dios? El desea amar ser amado. Él es tan romántico como nosotras
y cuando procuramos que nuestro primer romance sea con Él, podremos tener la
seguridad y la certeza de ser cuidadas, amadas y afirmadas por nuestro eterno
enamorado que está en los cielos.
Estas son tres de los más grandes anhelos de la
mujer. Si no te identificas con alguno de ellos, te invito a que te sumerjas en
las profundidades de tu corazón e identifiques ¿por qué?
De resto, te animo a que salgas al mundo a
demostrar por qué tú, mujer, eres la corona de la creación.
Mujer, corona de la Creación
Reviewed by Lisangel Paolini
on
6:39 p.m.
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